En nuestro conducto auditivo se encuentran unas glándulas llamadas ceruminosas y cebáceas, que son las encargadas de producir cera, una secreción blanda compuesta por sustancias grasas, proteínas y aminoácidos.
Entre otras cualidades que tiene la cera es repelar el agua, así no deja que se macere en la piel y que se produzca un crecimiento bacteriano. Así evita las infecciones por humedad, mientras que no deja pasar agentes externos como el polvo o los insectos.
Otras de las funciones es expulsar al exterior las células muertas que se generan en la piel. Los restos de la epidermis del oído salen al exterior de forma natural mezclándose con el cerumen blando y limpiando así su interior.